lunes, 9 de abril de 2018

DESDE MI TORRE: MARCHANDO UNA DE REINAS


Esta fotografía, y otras del mismo tono, tomada al finalizar el Domingo de Resurrección la misa de Pascua, en la catedral de Palma de Mallorca, ha dado la vuelta al mundo para vergüenza de propios y extraños. Como estábamos aburridos en estas fechas de Semana Santa con los temas de Cifuentes, Puidegmón, el juicio de los EREs, la Gurtel, las manifestaciones de funcionarios, jueces y fiscales, las de la Sanidad, la del soterramiento de las vías del AVE en Murcia y la petición de los granaínos pidiendo que el tren llegue a la ciudad, una de las más turísticas de nuestro país, después de tres años y dos días desconectada de este medio de locomoción, las de los pensionistas, las de las mujeres, etc., pues la señora Letizia Ortiz Rocasolano, reina de España por la gracia de Dios, que no por el sufragio de los votos, la lía de gordo saliéndole con este gesto el pelo de la dehesa.

He dejado pasar un poco el tiempo para este breve comentario por aquello de la superabundancia de información de todo tipo en los medios de comunicación: prensa, radio y televisión y, por supuesto, en los cientos de cachondos memes ridiculizantes, las conversaciones callejeras, las de los centros de trabajo y bares y hasta en el seno de las propias familias.

Aunque conocía el libro que sobre ella escribió su primo hermano, David Rocasolano, publicado el año 2013 por Ediciones Akal, titulado "Adiós, Princesa" (ISBN: 978-84-96797-61-1), no había tenido el placer de leerlo, ya que creía derivaría en una publicación rosa tan al uso en nuestros tiempos. Pero me animé, lo compré y Amazon me lo puso en casa al día siguiente. Me lo bebí de pitón a rabo en una sola jornada y releí algunos pasajes que no tienen desperdicio. Esta Letizia: divorciada, reuntada y abortista -que no es mi Reina ni la de muchos españoles-, según su primo, que la sacó de muchos apuros durante toda su vida, y aún más ante el acercamiento a la Casa Real, haciendo desaparecer de la clínica Dator de Madrid la documentación de un aborto que tuvo su prima, fruto de las relaciones con un compañero periodista del que el escritor ofrece nombre y apellido, la califica de soberbia, dictatorial, orgullosa y paranoica. Y, en verdad, de paranoica se puede tildar el gesto de esta borde Reina, sin apenas vasallos, a la salida de la misa de Pascua en Mallorca. Lo malo de este nefasto ejemplo es que parece lo está copiando la futura Reina: la infanta Leonor, quien no se cortó un pelo para quitar de mala forma de su hombro derecho la mano de su abuela, la Reina emérita Sofía.

Lo dicho: el pelo de la dehesa. A la plebeya -como así la denomina el experto en casas reales: Jaime Peñafiel- hay que atiborrarla de clases de educación si no quiere que la monarquía fracase. Mucho le va a costar a la Casa Real remontar este incidente provocado por esta maleducada que no cae nada de bien a casi toda España. La monarquía siempre pende de un hilo, y Letizia, con sus gestos, puede romperlo en un segundo.

Por la cara brusca de Felipe VI, por la de Juan Carlos, y hasta por la de los propios guardaespaldas, amén de la de la Reina emérita, se podía intuir la inmensa bronca que se armaría al llegar a la Zarzuela. No es para menos. Ayer domingo, ante la visita familiar a Juan Carlos a la clínica donde le han operado de la rodilla, parece que todo era normal, una estampa idílica familiar. De una semana a otra todo ha quedado en el olvido. No hay mentira más grande. Hay que considerar que con las sonrisas obligadas de cara a la galería ellos se ganan el sueldo y tienen que disimular todo el odio acumulado contra esta advenediza a la realeza que durante mucho tiempo de su vida se jactaba de ser antimonárquica. Todo el falso esfuerzo que hizo para conquistar el corazón de Felipe, hasta tener la inmensa suerte de llegar a Reina de España, de esta España de charanga y pandereta, la ha tirado por la borda en un gesto que ha dado la vuelta al mundo, aunque no es el único que ha protagonizado desde que era una simple periodista hasta llegar a la Zarzuela.

No soy monárquico, pero sí soy un hombre educado que respeta a las instituciones. Falta le hace a esta arribista Reina de pacotilla unas buenas lecciones de educación y aprender a respetar a su marido que, entre otras cosas, es el Jefe del Estado. Ha tardado, pero al fin se le ha visto el pelo de la dehesa: ese que suele salir a flote más tarde o más temprano. ¡Cosas!


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