miércoles, 21 de febrero de 2018

DESDE MI TORRE: YA ES HORA DE QUE DIOS SE NOS APAREZCA


Si estas imágenes que nos llegan de Siria son de verdad, que lo son, a los creyentes nos asedian serias dudas de la existencia de Dios. Desde que el mundo es mundo, masacres y más masacres, genocidios, guerras mundiales con millones de muertos, y esta tercera, en pleno siglo XXI, más silenciosa, más política, pero en cuyos países mandan cuatro locos que, si no nos llevan al otro mundo, es porque temen por sus vidas, no por aquellas personas a las que dicen defender y representar.

Aún siendo muy creyente, tardaré mucho en seguir creyendo en ese Dios salvador de la Biblia mientras que Él no se nos aparezca. Desde mi nacencia, no se ha aparecido nunca. Pero la fe es la fe. Una fe teatral que se derrumba cuando veo a estos niños asesinados, cuando contemplo que nada hace la ONU, cuando ni el Papa Francisco pone voz a tantos desmanes, cuando ni a Putin ni al  genocida de Bashar al-Asad se les pone en busca y captura mundial y se les asesina públicamente. ¡Qué pena, qué gran desgracia, qué grandes asesinatos en nombre de dioses y de fronteras!


No he escuchado una sola palabra de nuestro Gobierno. Ni una sola. Y soy de los que leo más de una docena de diarios distintos y de diversas ideologías. Hasta Unicef ha emitido un comunicado en blanco al no saber qué decir. Todos estamos mudos ante este atentado contra la población civil. Todos estamos con mucho temor ante la barbarie de estos locos mundiales que campan a sus anchas. Posiblemente, sea lo mejor: que todo explote, porque también explotarán ellos, que desaparezcamos todos, porque también ellos desaparecerán, y que de lo que resulte nazca un mundo nuevo que crea en sus hombres, mujeres y niños, y crea, fervientemente, en la unidad de todos sin problemas de razas y religiones.

Tampoco he escuchado una palabra de Dios, al que alimenta la iglesia vaticana sin que nunca se nos haya aparecido. Dios como ecuación. Dios como miedo. Dios como un temor universal. Dios hostil, ingrato e implacable. Dios justiciero que prefiere asesinar a los inocentes antes de que mueran los responsables de estas matanzas. Dios, en definitiva, que todavía no ha demostrado que es Dios.

Dios no son la muchas imágenes que se sacan a la calle por la Semana Santa. Dios es -siempre nos lo han dicho- el Ser superior, lo máximo, el Redentor. ¿De quién o quiénes?

¿No va a evitar nadie esta masacre de Siria en la que nos encontramos sin salida? Todo esto está en manos de asesinos, y las matanzas las ejecutan  personas que se guardan las espaldas en nombre de no sé qué historias. Es horrible, inhumano, demasiado injusto para querer seguir viviendo. Y a las puertas tenemos el odio de Estados Unidos con Corea del Norte y Rusia, cuyos irresponsables amenazan siempre con apretar el célebre botoncito que nos haga desaparecer. Y, en España, el hambre en miles de familia, la llamada Ley Mordaza, la sarna -que ha vuelto-, la corrupción -que jamás se fue-. Pero eso sí, Dios no aparece nunca para arreglar las desigualdades, para poner cierto orden donde todo es un caos profundo, para que la justicia social -que ignoro si ha existido alguna vez- se imponga sobre los poderosos, sobre los que nos manejan y arruinan a su antojo.


¿Qué pensarán estos niños que apenas si han tenido la oportunidad para crecer, niños a los que toda la vida se les ha convertido en puras lágrimas? Yo creía, inocentemente, que todo el mundo se levantaría, que vociferarían todos los reyes del mundo, todos los gobiernos, el abundante clero de todo el universo de las prebendas y mamelas, todas las ONGs, los creyentes y los no creyentes, los vergonzantes ricos y los gerifaltes sinvergüenzas... Pero, nada, nadie. Desde hace muchísimas décadas el mundo se ha convertido en un jardín que invadir para convertirlo todo en un erial, en un campo de miserias, en un valle de horrores.

En verdad que ya es hora de que Dios se nos aparezca, aunque sólo sea en un mínimo boceto, en un esbozo, en una mínima expresión del poder que desde siempre nos han dicho que tiene el Hacedor. Mientras llega esta posible aparición -que jamás llegará-, seguiremos llorando, quedándonos impotentes, huérfanos de bondades en este mundo que va camino de una desolación total que si Dios no sabe arreglar jamás podrán hacerlo estos políticos de mierda.


2 comentarios:

  1. ¿Cómo se permite estas atrocidades? ¿Qué puede motivar todo esto, en ese y otros lugares?
    Siento una tristeza y amargura infinitas.

    Ni a los políticos ni a Dios les veo que ponen soluciones a estas monstruosidades, por ahora...

    Se puede decir más alto, imposible ser más claro y certero.

    Abrazos.

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  2. Estas masacres son las que te quitan las ganas de seguir viviendo. El mundo no pertenece a sus habitantes, sólo a sus dominadores. ¿Para qué quieren tanto dinero? ¿No tienen alma? ¿Necesitan más para vivir como dioses?
    Pues ni por esas se aparece ese Dios del que tanto nos habla la Iglesia: el del amor, el de los desfavorecidos, el justo...
    Y, a pesar de mi gran tristeza, me sigo riendo.

    Abrazos.

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